ArtistaLópez Claro, César

Muralista entusiasta, ha realizado numerosas obras de aliento como las que enmarcan los cuatro grandes planos de la sala América.

Pintor, dibujante, grabador, ceramista, escultor. Nace en Azul, Buenos Aires, el 5 de julio de 1912. Inicia sus estudios en el Taller de su padre Alberto López Claro.

César López Claro recuerda por su vital diversidad creadora a los artistas del Renacimiento. Su obra, de una profundidad sorprendente, observa – más allá de la dinámica de las series- un notable desarrollo estilístico de la imagen, del quantum expresivo, de la carga testimonial. Gran Premio de Honor del Salón Nacional, Gran premio Internacional S.P.A. de Bruselas, Gran Premio de honor del Salón de Santa Fe, su obra está impregnada sutilmente por la potencia de los creadores que revolucionaron su historia: desde Picasso y Siqueiros, a Petorutti y Spilimbergo. En la dimensión conceptual de cada uno, el artista ha sabido interpretar su propio credo, dar expresión a sus búsquedas, dinamizar el vuelo inconformista de sus investigaciones facturarias. Así, de la figuración a la abstracción informalista, su trabajo realza siempre la impronta de los contenidos, el trasfondo vivencial, los argumentos que simbolizan y dan altura al hombre en sus ideales. Colorista fluido, López Claro construye sus íconos con la temperamentalidad de un artista comprometido. En la continuidad de sus series, registra un mundo en cambio, con sus escorzos violentos y plácidos, entre el humor y la sátira. Y recrea a los maestros de la historia del arte, homenajeándolos en retratos y secuencias de clara identidad formalista. En el año 1990, gran parte de su obra (incluyendo tres magníficos murales) es incorporada al Museo que lleva su nombre en la ciudad de Santa Fe. La donación, que incluye centenares de pinturas, cerámicas, esculturas y millares de dibujos, muestra potentosamente la obra de un creador argentino sensible y vital, abierto a los testimonios que registra la historia del hombre. Autor de grandes murales.

Maestros como Picasso, Tapies Braque o nuestro Spilimbergo, laten espiritualmente en los trasfondos de no, pocos de sus trabajos. Trabajos que partiendo de su línea litoral (muy luminosa y a la vez casi metafísica en la profundidad de los cielos y la mansedumbre de las figuras), arrojan un notable grado de madurez americana en su período dedicado a Bolivia, Perú y Ecuador. Es hacia 1964 en que López Claro deja casi totalmente la figuración (que retomará a comienzos de la década del, ’80), penetrando en la indagación de la cuarta dimensión: el espacio-tiempo.

Muralista entusiasta, ha realizado numerosas obras de aliento como las que enmarcan los cuatro grandes planos de la sala América, donde funciona el museo de su nombre, que donara a la Municipalidad de Santa Fe. Pero quizá el de mayor interés sea el dedicado a la cúpula de la Escuela de Antes Visuales Juan Mantovani, recreando la obra de maestros como Uccello, Velázquez, Leonardo, Rembrandt, Picasso, Orozco, Goya y Spilimbergo.