ArtistaChab, Victor
Chab ha tratado en su larga trayectoria: automatismo versus imagen, representación versus delirio. Estas mujeres de reminiscencia africana aluden a lo primitivo por una doble vía. Por una parte, lo primitivo en tanto lo primero, en el sentido que otorga el psicoanálisis a este término: lo formante, lo primigenio. Pero también son un homenaje al gran maestro del arte moderno, Pablo Picasso y sus emblemáticas “Demoiselles de Avignon”.
Víctor Chab nació en Buenos Aires, Argentina en 1930. En el seno de una familia de inmigrantes judíos nacidos en Damasco, luego de un breve paso por Cuba, sus padres se instalan en Argentina donde se dedican al comercio.
A los trece años, apenas salido de la escuela primaria, Chab ya había definido su vocación por la pintura. Autodidacta, asistió a diversos talleres -brevemente el de Cecilia Marcovich y Demetrio Urruchúa- hasta que conoce el taller libre MEEBA (Mutual de Estudiantes y Egresados de Bellas Artes) donde ejercita el oficio. En 1947 obtiene el Segundo Premio del XXVI Salón Anual de MEEBA.
A pesar de este temprano reconocimiento, Chab, joven y exigente, quemó en el patio de su casa en Villa Urquiza toda la obra producida en los años previos a su primera exposición individual. En 1952 realiza la primera exposición individual en la galería Plástica de la ciudad de Buenos Aires, dirigida por el actual director y fundador del Museo Nacional del Grabado, Oscar Pécora.
En este mismo año, conoce a Juan Andralis, alumno del pintor surrealista Batlle Planas, con quien entabla una estrecha amistad de profunda compenetración intelectual. Aprende francés para poder leer de primera mano los textos de André Bretón y los surrealistas que se convierten en su referente poético. Es una época de gran avidez en la que el artista toma contacto sistemáticamente con el arte universal y contemporáneo.
Sobre la base del grupo “Siete pintores abstractos” reunido por Chab, el poeta y crítico Julio Llinás organiza el grupo Boa -paráfrasis de cobra, filial argentina del movimiento internacional Phases fundado en París por el también poeta Edouard Jaguer. Este se propone un programa de exposiciones y publicaciones; entre ellas la revista del mismo nombre que aglutine los artistas actuantes en distintas poéticas resultantes del encuentro entre el surrealismo y la abstracción lírica. ¡Viva la pintura de lo imaginario!, sostenía Jaguer adhiriendo a los principios de libertad, humor y poesía, bases del movimiento surrealista.
Argentina vio un auge inédito del grabado y el dibujo en los 70’s. Chab comienza a trabajar en una serie de dibujos a lápiz donde surge el tema de la figura humana desnuda, por lo general sugerida a partir de fragmentos. La luz, lograda a través de un trabajoso modelado en grafito, connota la sensualidad de las carnaciones. Las figuras generalmente se desenvuelven en espacios geométricos que las contienen.
En los años 80, Chab retoma el collage en obras que resultan desarrollos de sus animales de los años sesenta. El color cobra una importancia que presagia la vibración de su paleta actual. Su obra de este momento es abstracta, aunque en ocasiones, la posición de las figuras o su disposición en la composición remiten a paisajes. Expone, en la galería Del Retiro, junto a Juana Butter, Jorge Kleiman y Noé Nojechowiz, artistas que comparten el automatismo como método creativo.
Chab ha tratado en su larga trayectoria: automatismo versus imagen, representación versus delirio. Estas mujeres de reminiscencia africana aluden a lo primitivo por una doble vía. Por una parte, lo primitivo en tanto lo primero, en el sentido que otorga el psicoanálisis a este término: lo formante, lo primigenio. Pero también son un homenaje al gran maestro del arte moderno, Pablo Picasso y sus emblemáticas “Demoiselles de Avignon”.
Son un comentario erudito a una de las vías que condujo a la abstracción en el arte contemporáneo. Tatuadas, escarificadas, son el inconsciente a flor de piel en su sensualidad liberada. Liberación que, tal vez, no sea sino metáfora de la del propio artista, autoeximido de resolver el eterno conflicto entre expresión y representación.