Campanella, Vito

ArtistaCampanella, Vito

El Museo Municipal de Bellas Artes de La Plata presenta una retrospectiva muy importante de sus trabajos, y la Presidencia de la Nación lo distingue con un premio a su trayectoria artística, que constituye un entusiasta homenaje.

Vito Campanella comenzó a pintar a la temprana edad de 14 años, en su pueblo natal, Monópoli, aunque ya anteriormente había intentado, cuando niño, algunas experiencias con las artes visuales, que ejercían sobre él una atracción muy singular.

Nacido un 17 de octubre de 1932, estuvo en contacto –durante el amargo período de la Segunda Guerra mundial–, con las angustias, los sufrimientos y las privaciones provocadas por esa contienda. Las mismas concluyeron con el surgimiento de la república, cambiando así la vida de ese pequeño poblado del sur de Italia, azotado por los constantes bombardeos de los aviones aliados. Así se fue formando en él un denso sustrato con todos esos recuerdos bélicos que, tiempo después, llevaría a la concreción de su arte.
Todavía en la infancia, alternaba sus tareas escolares con la concurrencia a un taller de pintura que fue modelando en él al gran artista que, en el futuro, llegaría indisputablemente a ser. Su vocación, firme y segura, iba creciendo con el correr del tiempo, hasta convertirse en su muy sólida profesión. Aún adolescente, resultó ganador de un concurso mediante el cual decoró un mural en la iglesia de la ciudad en la que había nacido; en ese mismo año, 1948, conquistó en Nápoles el premio de “Pintura delle Regioni”.
No mucho después –y todavía muy joven–, fue invitado a exponer sus obras en el Salón Anual en Bari, después de lo cual se trasladó a la hermosísima y fecunda Florencia. Allí, entusiastamente participó del movimiento cultural de la insigne ciudad medicea, mientras seguían naciendo sus valiosas telas, a las que se entregaba con el corazón inflamado de muy alto y particular fervor. Inquieto, deseoso de ampliar al máximo posible su bagaje artístico, transitó sucesivamente por varios estilos, entre ellos el pop-art, el arte abstracto y el arte geométrico, hasta que encontró en el surrealismo –que sería el movimiento que abrazaría total y definitivamente–, su mejor y más cabal forma de expresión.
Gracias al escultor G. Rossi, conoció al gran maestro metafísico Giorgio De Chirico. Los unió una estrecha relación que resultó para él inequívoca y definitoria, a la vez que decisiva para su formación. Lo introdujo en el mundo de esa corriente filosófica que tanto había engrandecido los territorios de la pintura, por cuyos caminos ya Vito Campanella transitaba con definidos y muy seguros pasos, y con los cuales las corrientes surrealistas estaban tan vinculados.

Sólo contaba 20 años cuando le fue adjudicado el Segundo Premio Adquisición, en el Salón de Jóvenes Pintores de Bari. En Roma, algo después, trabó amistad nada menos que con Salvador Dalí, entonces un pintor de fama largamente mundial, otra relación que resultaría de importancia fundamental para el desarrollo y el afianzamiento de su ya fértil y fructuosa vocación que, empero, poseyó la inteligencia de mantener siempre abiertamente original.
Ya residente por un breve período en Milán, frecuenta los cursos de anatomía que se dictan en la Academia de la Escuela de Bellas Artes de la famosa Academia de Brera, donde aprende todo lo relativo a las proporciones del cuerpo humano, que incluyen la armonía y la simetría de ese cuerpo.

Como su familia había emigrado a la Argentina un tiempo antes, decide reunirse con ella, atravesando el Atlántico; paulatinamente, y pintando con renovados bríos, se va incorporando al movimiento plástico, tanto al del país como al latinoamericano, sin interrumpir por eso los contactos con los más importantes centros europeos. Es el año 1962, definitorio y crucial para la prosecución de su arte, lo cual influye en el futuro de su pintura, porque este es el métier al que se dedica exclusivamente a partir de esa fecha.
Da comienzo entonces a su etapa plenamente profesional, que abarca la realización de varias destacadas series –entre ellas la de los Unicornios, esos animales míticos y fantásticos que han sido tan frecuentados por muchos artistas del medioevo–, lo mismo que la Alquimia, de significado tan esotérico.
Participa igualmente, con renovados bríos y entusiasmo, del IX Salón Internacional de Dibujo “Joan Miró”, de España; del XII Salón Internacional de Pintura de la Costa Azul, del Salón d’Autumne, de París; del II Salón Internacional de Pintura IAG de Atenas, y de la muestra colectiva de pintores Surrealistas Argentinos que se lleva a cabo en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires. Asimismo, recibe una importante distinción: el Premio del Jurado del Salón Internacional “Palma de Oro” de Montecarlo, y da nacimiento a la serie de “Músicos Cósmicos”, que es recibida con enorme éxito por la crítica especializada y por el público.
Concretadas estas actividades y realizadas otras empresas artísticas –que lo han mantenido ocupado durante una década–, Vito Campanella concurre al Salón de Arte Contemporáneo de Lyon, donde le es otorgado el Segundo Premio.
Durante una estadía en las llanuras pampeanas, concibe y madura la idea de interpretar pictóricamente el poema gauchesco por antonomasia de su patria adoptiva, el popular y sabio “Martín Fierro”. Se entrega por completo, sumamente inspirado, a este trascendental trabajo, concretando así una sucesión de cuadros de singular relevancia, que posteriormente serían exhibidos en la capital de las Islas Malvinas, de dominio inglés, y en el extremo sur del país. En esa época, el Departamento de Filatelia del Correo Central Argentino edita un sello postal con una estampilla que reproduce un dibujo de su creación. Periódicamente, reside también en Brasil, donde sus obras son muy valoradas, y allí realiza con éxito varias exposiciones individuales que obtienen gran resonancia.
La International Arts Guild lo nombra su Miembro Honorario, y poco después presenta en Buenos Aires su magnífica serie correspondiente a la Mitología Griega. No descuida sus vinculaciones europeas, pues envía trabajos pictóricos suyos a dos importantes salones en París: el muy renombrado Salón Metamorfosis –con sede en el Grand Palais, que abre sus puertas sobre la Avenue des Champs Elisées–, y el Salón d’Autumne Vallambreuse, en la ya citada capital francesa.
Pronto es nombrado miembro activo del Centre de Liaison des Artistes Peintres de Francia, y 1976 se presenta para él como un año especialmente exitoso, pues recibe en Montecarlo –donde ya ha realizado varias triunfales exposiciones–, la codiciada Palma de Oro, premio máximo de pintura de ese pequeño, pero tan trascendente principado.
Luego expone en San Pablo (Brasil), la serie del “Huevo”, y la Dirección de Cultura de la Municipalidad de Atenas lo invita a exponer sus telas, que son recibidas con singular éxito.
Lleva a cabo una exhaustiva visita a Israel y, en contacto con los augustos lugares de Tierra Santa, produce sus cuadros de esencia “Bíblica”.
Más tarde retorna a París, ciudad en la que se detiene varios meses; allí ejecuta la serie de los “Centauros”, que recibe una extraordinaria aceptación de la crítica especializada, y la Asociación de Artistas Plásticos Franceses lo distingue como Miembro Honorario.
La década del 80 es igualmente atareada y comprometida para este destacado pintor. Con extraordinaria repercusión expone sus cuadros en Montevideo; y luego, en el Salón Bienal de Bellas Artes de París, se lo distingue con el Premio Deloye, mientras que el gobierno italiano lo honra otorgándole la Orden al Mérito en el Grado de Caballero.
Sus triunfos se extienden geográficamente, porque se incluye su participación en el Salón “2º Renacimiento”, del Museo de Arte Contemporáneo de Tokio. Pronto vuelve a viajar a Europa, en la que permanece por un breve período, y allí realiza una espléndida cantidad de pinturas como “Homenaje a Leonardo da Vinci”, que serán exitosamente expuestas en Roma y en San Pablo; la Fondazione Verdiglione lo invita a tomar parte del “Salón Freud”, con sede en Jerusalén, y por otra parte crea su serie “Mujer… Mujeres”.
La United National Children le solicita que ilustre la tarjeta de felicitaciones de UNICEF, e inaugura, en una de las más importantes galerías de Buenos Aires, una muestra retrospectiva de sus obras, que después expone en el Museo Provincial de Bellas Artes de Paraná (Argentina), en el cual dicta varias clases magistrales.
Es convocado a formar parte del libro “Cent Signatures”, en edición a cargo del crítico de arte Charles André Rousseau, quien recopila y registra las obras de los que él considera los cien mejores artistas plásticos de nivel internacional.
Expone en la muestra “Artefiera”, en la ciudad italiana de Bologna, y lleva a cabo la serie “Memoria de los Siglos”, dedicada a los grandes maestros de la pintura, que es expuesta en Buenos Aires, San Pablo y Roma.
Los panoramas laborales de Vito Campanella –como es lógico, dada la trascendencia de sus telas–, se expanden: la embajada de Irak lo invita a participar del Salón Arts for Humanity, en Bagdad, y dos nuevos premios llegan a destacarlo nuevamente: la Medalla de Oro con Grado de Académico en Bellas Artes, otorgada por la Academia de Estudios Ligures, con sede en Génova, y la Orden de San Jorge y Santa Rosa de América, en el grado de Comendador, que le fue entregada por el International Parliament for Safety and Peace.
La tradicional y famosa Galleria degli Uffizzi, de Florencia, expone y adquiere un autorretrato suyo, y se hace presente con sus obras en el Salón de Arte Contemporáneo “Arte Roma”, celebrado en la capital italiana, así como en el Salón “Arte Expo NY”, de Nueva York, y en el “New Masters” de Miami.
Cuando se lleva a cabo el Salón Breton de Surrealismo, en Lyon, Vito Campanella es incluido en él, en 1992.
Más adelante regresa a Japón, donde expone sus telas en la Galería Mitsokoshi, de Tokio, y después inaugura dos exposiciones: una en Aspen, renombrado centro de deportes invernales de los EE.UU., y otra nuevamente en Montecarlo.
El Museo Municipal de Bellas Artes de La Plata presenta una retrospectiva muy importante de sus trabajos, y la Presidencia de la Nación lo distingue con un premio a su trayectoria artística, que constituye un entusiasta homenaje.
Ingresa en el territorio de los orfebres, pues prepara y muestra una exhibición de Joyas Surrealistas, cuyos diseños le pertenecen, y lleva sus telas a Boca Ratón (EE.UU.) y Montecarlo.
En Buenos Aires forma parte de un homenaje a The Beatles, en el Salón Nacional de Exposiciones, y al año siguiente se adhiere a un Homenaje a Eva Perón.
Es invitado a la Bienal de Arte Moderno de Florencia, en la que recibe el Premio Lorenzo el Magnífico, y la Asociación de Artistas Plásticos Florentinos lo designa Miembro de Honor.
La Gallerie de la Cathedrale (Mónaco) lo convoca para que inaugure, con una exposición de sus obras, la llegada del siglo XXI, es decir, del año 2000.Por intervención e intermedio de dos importantes galerías de Buenos Aires, concurre a todas las muestras anuales que efectúan diversos centros plásticos: Arteba, Art Expo NY (Nueva York) y Art Chicago. Dos años después vive y trabaja transitoriamente en Luxemburgo; allí realiza un importante mural para un Banco internacional, que también lo invita a exponer sus pinturas. Entusiasmado con otras tareas que debe hacer, se dedica a realizar el Prólogo de las obras que forman el catálogo de parte de la producción artística de Salvador Dalí, expuestas en una Muestra Itinerante.
Otra vez lleva sus cuadros a la Muestra Arte Expo NY, de Nueva York, y a Arteba, de Buenos Aires. Retorna a Florencia, para tomar parte de la Bienal de Arte Moderno, y concurre a otra ciudad italiana, Siracusa, para participar de su Salón de Arte Sacro.
Y un hecho muy auspicioso: el diccionario “Protagonistas del Arte en el Mundo”, editado en Suiza, lo califica con la honrosa distinción de “Magister” (“Maestro”).

El 26 de diciembre de 2014 fallece en Buenos Aires.

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